Bajo Tierra

- Sr. Ferguson, ¿podría explicarnos el secreto de su éxito empresarial?

Encontré que esta era la pregunta más obvia que podíamos realizar en la entrevista para la celebridad del momento. Podríamos haber iniciado con otra pregunta, algo más actual, o novedoso… no sé, pero no. 

Estaba obligado a iniciar con esa pregunta porque era parte de la pauta que mi jefa escribió en el correo, y como periodista de medio tiempo, no podía darme el lujo de hacer algo que me devolviera a mi “búsqueda de oportunidades laborales”.

- Por supuesto… - contestó con esa sonrisa tan falsa como el Rolex que portaba en su mano izquierda – “el secreto está en mirar el futuro con optimismo, agregar valor al producto a través de las personas, aumentar la calidad de vida de nuestros trabajadores, gestionar el talento con pasión y, los más importante, controlar los costos”

Estuve a punto de vomitar por esa respuesta empalagosamente bondadosa. Hice un esfuerzo sobrehumano para contener la ridícula expresión de mi cara, pero Alicia, la Fotógrafa y Samuel, nuestro asistente, se dieron cuenta, y me lanzaron una mirada cómplice que se traduciría como un “a este tipo no le creemos ni lo que reza”.

Eran muchas las historias que se contaban en torno al éxito de la empresa liderada por Sr. Ferguson, desde el lavado de dinero por contrabandistas de armas rusos, hasta un pacto con el mismísimo “cuernitos”… bueno, eso porque la verdad nada explica cómo, desde que se quemó la mitad de la fábrica y murió la mitad de los trabajadores hace 10 años, la empresa haya bajado los costos al 75% y aumentado la productividad en un 280%... de hecho, la historia más macabra que escuché es que de noche se escuchan los gritos y lamentos de los trabajadores muertos, que continúan prestando servicios encadenados a este mundo por sus pecados… 

- ¿Y qué hay de cierto, Sr. Ferguson, de que tiene trabajadores fantasmas en su fábrica? ¿Y que al ponerse el sol se escuchan sus lamentos en el ala noroeste, bajo los escombros? Y finalmente ¿Por qué nunca arregló ese sector de la fábrica?

La pregunta salió de mi boca de manera impulsiva. Fue más bien como un pensamiento en voz alta, un error que de seguro me costaría el trabajo cuando el Sr. Ferguson llame a mi jefa y se queje formalmente de la atrevida y patética entrevista hecha por este “casi nuevamente cesante”

Debieron ser como 3 o 4 segundos de silencio, una eternidad en mi cabeza… pero pasó lo impensado: una fuerte carcajada del gerente, seguida de las risas de Alicia y Samuel llenaron la oficina. En ese momento me volvió el alma al cuerpo.

- Esa es una de las ideas más locas que he escuchado – dijo ordenándose la corbata y el peinado – aunque para ser sincero, no sería mala idea tener trabajadores fantasmas… serían un gran aporte y a costo cero.

La verdad es que no era una idea muy loca, para el ciudadano común y corriente, (aunque sí lo era, pero bueno…) pensar que los trabajadores seguían ahí, atados a sus trabajos por la eternidad, como espectros condenados al sufrimiento, debido a que nunca se pudo recuperar nada de sus cuerpos. El incendio fue tan grande que no quedo rastro alguno de los 126 trabajadores. Cero. Nada. Se evaporaron. 

Durante el primer año se investigó el sitio del suceso, pero el ala noroeste de la empresa estaba llena de elementos químicos, componentes electrónicos inflamables y un sinfín de otros elementos con potencial explosivo que, de manera nunca antes vista, acabaron con toda prueba de la existencia de personas en dicho lugar.

Los familiares recibieron lo suyo. Indemnizaciones millonarias que obviamente no devolvían a sus familiares, pero que hacían el dolor de un futuro precario más soportable. Y la empresa también recibió lo suyo. Los seguros pagaron todo por los daños, pero eso no explicaba el éxito de la empresa. Los fantasmas sí.

- ¿Les gustaría salir de la duda? Dijo el Sr. Ferguson.
- ¿Qué quiere decir? Repliqué casi al instante.
- Que ya es tarde, y qué con algo de suerte, podrían verificar si en el ala noroeste se escuchan a los “trabajadores fantasmas”

Luego del incidente, sólo la policía, peritos y los laboratorios ingresaron durante los dos primeros años luego del accidente, desde ahí, se cerró totalmente.

- ¡Por supuesto que sí! Le dije con el mismo entusiasmo que un niño muestra cuando lo llevan al parque o le compran el juguete que tanto deseaba.

Esta era una oportunidad única. Y nuestro guía sería el mismísimo Sr. Ferguson. 

Tardamos bastante en llegar al ala noroeste, y eso que fuimos en una camioneta de la empresa, de esas grandes con vidrios polarizados. La fábrica es grande. Las puertas del sector siniestrado estaban resguardadas por dos guardias que, tiempo más tarde, me percataría usaban armas, a diferencia del resto de los guardias. No me fije en su momento. Craso error.

- Bienvenidos al ala noroeste. - Dijo el Sr. Ferguson – siéntanse en libertad de recorrer este sector y me avisan si ven algún “fantasma” … eso sí, por favor nada de fotografías o grabaciones…

Al principio recorrimos un par de metros viendo los escombros, las paredes negras, restos de lo que alguna vez fue una gran fábrica, llena de trabajadores. Hoy solo escombros, basura, puertas cerradas sin manilla (¿?) y ventanas reforzadas (¿?) para que nadie pudiera… no sé… ¿salir? No, no lo creo. Para que nadie pudiera entrar, eso era obvio.

- Debo estar muy sugestionada – dijo Alicia – pero escuché ruidos… ¿ustedes no?
- Quizás fue el Sr. Ferguson, comenté.
- No lo creo - dijo Samuel -  él está revisando algo en el interior del auto a unos 20 metros.
- Ahí está, pongan atención dijo Alicia haciendo el gesto de hacer silencio.

Efectivamente eran voces de fantasmas! No podía creerlo, ¿estaríamos alucinando?  Eran gritos alejados, ahogados, débiles… 

Caminamos por un sector más despejado de escombros y los ruidos empezaron a ser más claros y fuertes. Confieso que las piernas me temblaron por el miedo, ya que las historias y los mitos acerca de ese lugar eran ciertos… ¿que debíamos hacer?

- Alicia, ¿tienes tu celular? – le dije en voz baja – 
- Sí, pero no hay señal.
- No importa. Graba.
- Pero el Sr. Ferguson dijo que…
- Sólo graba…
- Ok.

Tratamos de encontrar la fuente de los ruidos fantasmales y a tientas avanzamos hacia una zona despejada del ala noroeste, hacia lo que parecía una compuerta en el suelo, desde donde provenían, con certeza, los ruidos.

En los tres, el miedo empezó a transformarse en curiosidad. Nuestra alma investigadora se antepuso a lo sobrenatural de la situación. Quizás, esta sí llegaba a ser una gran noticia, aunque era evidente que sin pruebas nadie la creería. Contaba con que Alicia estaba grabando. Y esto podría transformarnos en famosos reporteros de lo paranormal, o los hazme reír de la ciudad… era un riesgo, pero los ruidos estaban ahí. Golpes al metal. Lamentos.

- Samuel, abramos la compuerta.
- ¿Estás loco? ¿Y que nos ataquen los fantasmas? Ni en sueños.
- Vamos viejo, abramos esto y salgamos de dudas. Alicia – susurré para no perder la pista de los ruidos - sigue grabando.

Dimos un par de golpes a un candado (que ahora recuerdo tenía un aspecto brillante, como si fuera nuevo… raro, si todo estaba quemado) y levantamos la compuerta con mucha dificultad, ya que Samuel no tenía ni la mitad de fuerza que yo… 

- Hay personas… personas vivas… - dijo Alicia.
- ¡Ayúdennos! ¡Sáquenos de aquí!, por favor, díganles a nuestras familias que estam….

El click del martillo de la Glock 9mm del Sr. Ferguson devolvió el silencio al ala noroeste. Despacio nos giramos hacia nuestro anfitrión, quedando frente al cañón de su arma.

- Las historias tenían algo de razón ¿no? – le dije al Sr Ferguson, quien dio un par de pasos hacia donde estábamos – 
- Siempre las historias tienen algo de razón. En este caso, si hay trabajadores, pero no fantasmas… aunque pensándolo bien, si lo son, ya que para el mundo ellos no existen…
- Usted es un monstruo le gritó Alicia.
- Quizás… un monstruo de los negocios diría yo – dijo acomodándose la corbata-. Reduje los costos, cuento con mano de obra casi gratis y a los trabajadores que siguen vivos les mejoré sus condiciones…

Alicia cayó al suelo, de rodillas por el miedo.

- Bueno, como ya saben mi secreto…
- ¡Nos matarás! ¡Nos matarás maldito! Dijo Alicia llorando de rodillas en el suelo.
- La verdad es que no… hemos tenido un par de bajas por las condiciones de allá abajo… ustedes los reemplazarán. Ahora bajen.

Disparó dos veces a un par de centímetros de nuestros pies, en señal de que no estaba jugando. No recuerdo mucho. Sé que ayudé a Alicia a levantarse y a bajar por la escalera. A Samuel lo vi correr en un intento fallido de escape. Luego lo recuerdo en el suelo con manchas de sangre y orificios en la espalda.

Bajé la escalera y sentí la compuerta cerrarse, para nunca más abrirse. 
Al rato mis ojos empezaron a acostumbrarse a las tenues luces de esta instalación bajo tierra… vi rostros demacrados. Vi cuerpos caminando sin alma… creo que conté más de 100 personas.
Al menos ya sabemos cómo alcanzó su éxito… 

Todos los derechos reservados. 2020 Kurt Goldman

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